Todo heraldista habrá escuchado alguna
vez las expresiones “ciencia del blasón” o “ciencia
heroica” para referirse al estudio riguroso de la heráldica,
pero ¿Resulta realmente adecuada esta denominación?.
Quisiera compartir una reflexión a la
que llevo tiempo dando vueltas, quizás con cierta osadía, al nadar
un poco a contracorriente de conceptos ya establecidos en un ámbito
en el que no hace tanto que asomé la cabeza por primera vez.
No obstante, mi intención con este
breve ensayo no es sentar cátedra, es más bien invitar a la
reflexión, y quizás, incitar con humildad a una reformulación de
conceptos e ideas.
Desde hace un tiempo, el mundo
académico se ha visto sumergido en un cientifismo omnipresente que
relega a las “humanidades” a un segundo plano en favor de las
ciencias, quizás a causa de los tiempos en los que vivimos, en los
que el pragmatismo y los avances de la técnica hacen que las
cuestiones más propias del genio abstracto, filosófico y reflexivo
se vean como una pérdida de tiempo al resultar menos prácticas en
apariencia.
La respuesta académica a esto ha sido
pretender que todas las llamadas “humanidades” pasen por ser una
“ciencia”, para estar a la altura de las ciencias puras, ahora
encumbradas por encima de todo.
De hecho, ya no se habla de periodismo,
se habla de “Ciencias de la información”, del mismo modo que
muchas facultades de Derecho han adoptado el nombre de facultades de
“Ciencias jurídicas”.
Como hombre de leyes, me he pasado toda
la carrera escuchando aquello de la “Ciencia del Derecho” y el
concepto del jurista considerado como “científico”.
Sin embargo, cualquier jurista que haya
ejercido la profesión sabrá que nada hay menos científico que la
ley, y nada hay más impredecible, cambiante e inexacto que su
aplicación, por desgracia para quienes nos dedicamos a ello.
Este cientifismo extremo también se
extiende a la Heráldica, como les sucede a todas las humanidades, y
es que a cualquiera le resulta muy evocador imaginarse a uno mismo
con una bata blanca.
Pero no piense el lector, que esto es
un ataque contra las ciencias o que comparto el menosprecio a la
esencia de las humanidades que parece estar de moda en el ámbito
académico.
Sencillamente, considerar a la
Heráldica como ciencia parte de un axioma errado, ya que no se le
puede aplicar con éxito el método científico -algo imprescindible
para una ciencia-, entre otras cosas porque cualquier experimento que
se quiera hacer con respecto a la Heráldica nunca dará los mismos
resultados si los efectúan distintas personas en distintos lugares,
es decir, no es exacto y no se puede repetir hasta el infinito dando
el mismo resultado cada vez con certeza.
La única similitud de la Heráldica
con la ciencia es la existencia de una sistematicidad para su estudio
y creación, la cual tampoco es absoluta, pues existen infinitas
excepciones y variaciones a la regla general en cada aspecto que de
ella queramos observar.
Pero tampoco debe ser considerada
sencillamente un arte, como la define la Real Academia Española de
la Lengua, ya que el elemento creativo, si bien es fundamental, viene
limitado por un amplio sistema de reglas.
A ese respecto, veo interesante la
definición que daba el Coronel García-Menacho a sus alumnos, en la
que consideraba que “la Heráldica es un arte que emplea métodos
científicos”.
No la comparto
plenamente, pero me parece una definición infinitamente más
adecuada que las que se suelen encontrar en estos tiempos.
Si bien por todo lo expuesto, a mi
juicio es erróneo considerar a la Heráldica como ciencia, cabe
hacer una segunda pregunta:
¿Necesita la Heráldica ser una
ciencia?
Desde mi perspectiva, es claramente
innecesario aplicar el cientifismo a una disciplina como la
Heráldica, y esto se debe a que como hacen las armas parlantes, la
Heráldica se define a si misma.
Nadie comienza a estudiar blasones por
un afán de medición científica de la proporción. Lo hace por la
capacidad evocadora que tiene todo escudo de armas, porque trae a la
mente las grandes gestas de un tiempo ya remoto, porque satisface el
alma de quienes poseen una inquietud por lo ancestral y porque apela
a lo más profundo de lo que cada uno es y de donde viene.
Ahí es donde en bruto, aparece el
mismo tipo de genio que tiene un artista, y he ahí el elemento
creativo, lo artístico de la Heráldica.
Y todo ese torrente de afán por
conocer, por crear y por aprender, se canaliza mediante un método,
un sistema, un aprendizaje que dura toda una vida si uno se la quiere
dedicar.
En ello encontramos el aspecto técnico,
el estudio minucioso, el uso de complejos nombres para poder
transmitir a otros las proporciones, colores y formas que de otra
forma difícilmente podríamos expresar con claridad.
Y por último, tenemos el elemento
histórico, porque si bien el concepto moderno de la heráldica es
medieval, ya hace miles de años los guerreros pintaban sus escudos
en busca de una identidad propia.
Por eso, reflexionando en profundidad
sobre todo ello, tendríamos que preguntarnos a nosotros mismos:
¿Realmente queremos que la Heráldica
sea una ciencia? ¿Queremos cuantificarla?¿Promediarla?
¿Contabilizarla?
La Heráldica no lo necesita, y el
heraldista tampoco.
Juan Manuel Quintana Zuazúa